Sin salida - Capitulo 01

Sin salida alguna, vaya lío…

Estas armas que nos dieron, ¿para qué las necesitaremos?

¿Recibiremos alguna clase de entrenamiento?, todo tiene alguna relación al fin del mundo que desde hace un tiempo ¿nos vienen advirtiendo?

Si empezara una guerra, seremos capaces de saber defendernos, podremos tener la capacidad suficiente de salir adelante, quiero proteger, tengo deseos suficientes de proteger a todos los que quiero, pero me falta mucha valentía para poder cumplir ese deseo.

Por algún motivo, no creo que esto tenga alguna influencia con el mundo.

¿Por qué solo dos nos dieron esto? Y en especial, porque tuvo que ser ella la que iba a venir conmigo.

El sufrimiento que tuve que experimentar hace unos años, hizo que mi corazón se pusiera aun más frío de lo normal, no quiero lastimar, pero tampoco quiero que me lastimen. Estoy en busca de la felicidad y la paz por más cursi que eso suene. Quiero tranquilidad en mi vida

Tan solo tenerla cerca me estresa demasiado, sudo con mucha facilidad, siento que me dará un cargamontón de migrañas mezclada con acidez estomacal. Se que esta ahí, pero no puedo verla, nos pidieron entrar juntas pero no nos podemos ver hasta que entremos por completo a ese lugar.

¿A donde se supone que vamos? ¿Por qué nadie responde a una de mis preguntas?, bueno, tal vez es porque solo las digo dentro de mi cabeza.

Me siento en un dibujo animado, el uniforme, el arma y la situación donde la coincidencia no es simple casualidad, todo en esta vida tiene un principio y un fin. Creo que es momento de saber cual será el mío, y pues claro, el de ella.

–        se preguntó Elisa, teniendo siempre esa mirada tan apagada y seria.

La última vez, te mostraré lo que tengo dentro de mi…

¿Cómo fue que termine en esta locura? ¿Por qué siempre que esta Elisa metida me causa muchos problemas?

Desde hace tanto, que trato y trato de salir de todo esto, no la odio, pero no quiero que me hunda en su mundo donde yo tengo que ser perfecta.

Quisiera saber, porque tengo que tener esto en las manos, el porque tengo que manejarla y a que le tendré que apuntar. Tengo mucho que preguntar y decir, pero no se por donde podría dar comienzo.

Elisa y yo hemos sido las primeras, pero ¿por qué nosotras?, el destino siempre nos dirá que si estamos juntas, ¿debe haber problemas?, de por si, nuestras personalidades chocan, no se que decirle cuando la vea, un “hola” suena tan fuera de lugar en estas circunstancias.

Desde aquella conversación que tuvimos en mi puerta en diciembre del 2009, no me volvió a dirigir la palabra de ninguna forma existente, y las pocas veces que coincidimos en una reunión aparentaba que no me encontraba en el mismo lugar que ella. Aunque la verdad, yo tampoco he hecho nada para cambiar el ambiente.

Es demasiado problemática, me molesta que todo lo tome demasiado en serio y exagere con esto de la amistad, ella cree en la palabra “siempre”, pero yo no. Ella siempre quiere más de mí, pero no se lo puedo dar.

Cambios, siempre nos rodea muchos cambios, nuestros mundos son diferentes, lo se, se que le hice cosas malas, se que, tengo muchas cosas que decirle pero no puedo hacerlo, es tarde. Demasiado tarde.

Tengo que demostrarle de una vez, que se aleje de mí, prefiero que me odie para toda la vida, antes que siga creyendo que nuestra amistad puede volver a existir.

Su mirada ha cambiado, lo noté hace un tiempo, es mas fría y solitaria, es aislada y cohibida. Creo que jamás uso las palabras que le decía cuando éramos más jóvenes.

“Sonríe, no lo olvides”, siempre sonríe. ¡Qué hipócrita soy!, si soy yo la que tal vez le quito las ganas de sonreír, no es que sea egocéntrica, es que, si no tuviera tantas expectativas de mi. Puede que yo sea diferente con ella.

¡Por qué tiene que tratarme de manera especial!, ¡por qué!. Con esto, tengo algo que hacer, no pienso matarte, ¡pero sí!, haré algo para que me odies aun más.

Perdóname, pero te daré una lección de que las amistades no siempre tienen un final feliz.

– Se replicó así misma Elena, mientras miraba detenidamente la punta de la flecha que ya tenía un blanco fijo al cual apuntar.